La clase media/o, indefensa ante la maleabilidad mediática, expone ciertos aspectos interesantes. Actúa con una solidaridad espasmódica, reacciona ante lo que la agenda mediática desnuda como un flagelo social, los aturde, conmueve, desnuda el conflicto, invita al debate llano, les expone (impone) una óptica “neutral” del asunto, entrevista a actores primarios y secundarios del conflicto, repite constantemente desde su arsenal mediático a quienes ellos consideran a tono con su visión “neutral”, machaca y machaca la moral colectiva hasta que por osmosis (aquí actúa el gradiente de concentración) se instala la idea de que esa postura “neutral” es la que un buen ciudadano debe asumir.
Entonces, ahora si, la verdad ha sido instalada, “salio en la tele”, que de ser un medio de comunicación paso a ser una escribanía donde lo que allí se muestra legitima que es real y verdadero. Fogoneo constante, chicaneo de movileros que en lugar de preguntar e informar actúan como dt en un vestuario antes de salir a jugar la final del mundo arengando a base de preguntas violentas que solo consiguen respuestas violentas que serán subtituladas en zócalos violentos cada media hora, comentando al entrevistado los dichos descontextualizados que vertió fulano de tal y así la violencia consigue un envión extra.
A todo esto, han pasado un par semanas de móviles en vivo, debates, encuestas radiales, programas especiales, suplementos, etc. Se agota el material, deja de ser rentable, se ha repetido tantas veces que hastía la noticia, es entonces que afortunadamente la tarea solidaria de los miedos de comunicación desnudan otro entuerto social, se analiza cual es la línea editorial mas fructífera a seguir, se arma el producto (no nos olvidemos que es un negocio) y se vende al por mayor y menos en cuanta boca de expendio sea posible. El conflicto anterior pasa al ostracismo y los que aun reivindican esa causa se convierten en parias que defienden una causa paria, y de ser un ciudadano cabal uno muta a piquetero, fundamentalista, extremista, etc.
Este es el círculo virtuoso por el cual los miedos de comunicación instalan y desinstalan los debates e intereses en nuestra sociedad. Quienes fueron victimas del corralito sintieron el abrazo paternal de la sociedad mientras el tema estaba en tapa, luego las imágenes de los noticieros los mostraron intolerantes golpeando rejas para el descontento del ciudadano. Piqueteros manifestándose por derechos básicos, imágenes de niños en brazos de madres humildes, logran llegar al corazón del hombre de ciudad solidario, para luego mancillarnos con los conflictos de transito y convertirlos en delincuentes. Ciudades que se hacen visibles vociferando por reclamos ambientales, reclamos justos y justificados, para luego ser necios e intransigentes.
Y así la maquinaria sigue girando, expulsando con fuerza centrifuga a aquellos que han cumplido su propósito pero que han caído en antipatía, puesto que otros temas son más simpáticos con el rating y los intereses de los miedos de comunicación. Los debates duran lo que duran, la sociedad digiere, sienta las bases y continua voraz esperando al siguiente conflicto, sentado frente a la pantalla para que esta dictamine por nosotros que es lo correcto, evitándonos la ardua tarea de pensar, leer, debatir, procesar, analizar y criticar nuestra cotidianidad.
Sebastián Macri
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